Empiezo a apreciar estos breves pero intensos encuentros de madrugada, yo en el Unicorn mirando las estrellas y organizando el rumbo de mañana, y vos, mi inteligente compañera, siguiendo mi estela, o tomando la iniciativa cuando la ocasión lo exige. Un día de estos os invitaré a mi camarote, sí, pero no a contemplar a Ella, objeto de mi búsqueda incansable por todos los mares de la tierra, sino para contemplaros a vos, y ofreceros mi mano no para que la beséis, sino como gesto sincero de amistad incondicional.
Os diré además, tal vez pecando de soberbia, que un día de estos mi blasón ondeará en vuestra ventana y me colaré a hurtadillas en vuestros aposentos mientras dormís. Os dejaré un regalo, algo muy valioso para mí que he guardado celosa en los últimos siglos. Y tal vez, sólo tal vez, os cuente alguna vez la temporada que pasé en el taller de Leonardo charlando sobre lo perfecto de las proporciones y sus alocados inventos, que siempre me han fascinado.
Dejo aquí una muestra de ese regalo, por si entendéis, al admirarlo, por qué es tan valioso para mí...
Leonardo Da Vinci. Studio (El hombre de Vitruvio)
"Leonardo da Vinci realiza una visión del hombre como centro del Universo al quedar inscrito en un círculo y un cuadrado. El cuadrado es la base de lo clásico: el módulo del cuadrado se emplea en toda la arquitectura clásica, el uso del ángulo de 90º y la simetría son bases grecolatinas de la arquitectura. En él se realiza un estudio anatómico buscando la proporcionalidad del cuerpo humano, el canon clásico o ideal de belleza."
Os confesaré algo.. Leonardo nunca aceptó públicamente que Ella le mostrase que su hombre perfecto, todas sus ecuaciones, las medidas y proporciones exactas y precisas, y las teorías que estableció y que aún son válidas, quedaron ninguneadas y reducidas a insustanciales cuando Ella le dejó ver toda la perfección de su interior, tan sombrosamente brillante que opacó incluso lo bella que siempre ha sido. Y que no había medida capaz de abarcarla. Por eso Leonardo, vencido por ella, acabó realizando la cuadratura del círculo, como guiño hacia su reconocida derrota al querer medir lo que no tiene fin.