Me siento en mi butaca, esa que ya tiene mis formas, mi silueta grabada a fuego por meses de compartir instantes, y cierro los ojos en gesto de ensoñación. Mi mente se va a un lugar imaginario donde habitan los porqués del mundo, esos que explican cada cuestión insondable del universo. ¿Por qué es más poderoso el orgullo que la humildad? ¿Cómo pueden ser más potentes los motores del odio, la vanidad y la envidia, que los del amor, la modestia y la generosidad? Busco respuestas, pero se escondieron detrás de la caja de Pandora, aquella que con su curiosidad nos hizo una faena a todos.
Quisiera tener unas manos fuertes y seguras para poder atrapar a aquellos males que fueron liberados y nos han atrapado a su vez a los demás, quisiera ser lo bastante valiente para vencer al miedo y ponerle unos justos límites, quisiera ser lo bastante honesta para no tener que mentir nunca más, y contagiar a mis semejanes a realizar un ejercicio similar, de tal manera que entre todos podamos cerrar la caja y empezar a respirar. Me desespero por lo inútil de mis deseos, y entonces me tumbo en la moqueta dejando que el tiempo pase y en su transcurso, encontrar la forma de salir ilesa de mi propia inquietud...
Segundos, minutos, horas quizás, y ahí está, al menos una respuesta, más bien un recuerdo válido, una forma de escapar del lado oscuro que por un instante me sumió en una bruma que casi me adormece entre sus brazos. Me levanto y vuelvo a la ensoñación, busco la caja y ahí está, intacta, la esperanza, que se quedó al fondo esperando que alguien la rescatase, la esperanza, que supera al miedo, al ogullo, a la vanidad, y que acaba con el odio siempre que se usa como arma. Me aferro a esa esperanza, la mimo, la arrullo, la hago mía, y dejo que me acompañe en la batalla. Y entonces sí, entonces siento en mi interior una fuerza que hasta entonces no existía, y uno por uno los males vuelven a su caja. Cuando despierte y me dé cuenta de que sigo en mi butaca, frente a estas líneas, es posible que alguien, en algún lugar, esté imitando a Pandora quizás porque olvidó lo que supuso en su día. Pero ya no tendré miedo, porque sé que bastará con invocar a aquella que permanecerá siempre intacta para recordarnos que por mal que vaya, siempre acabará mejorando.
Con ese pensamiento me despido de estas líneas, me deshago del abrazo de mi asiento y me marcho sonriendo y preguntándome...
Y tú, que abriste la caja un día sin saber las consecuencias que tendría en ti, o que encontraste a su única moradora y conseguiste salvarte, dime, ¿Qué te preguntas tú?