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UN TERRIBLE DÍA DE OTOÑO (CUENTO A CONCURSO)

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UN TERRIBLE DÍA DE OTOÑO (CUENTO A CONCURSO)

Notapor Enreda » 25 Oct 2013 16:20

Los dos marchaban muy de mañana cogidos de la mano por aquella alameda circundada de árboles, el viento los estaba dejando realmente desnudos. Aun así resultaba un bello paseo. Claro que la meteorología no se prestaba a muchas filigranas. Unidos caminaban cantando una canción.

Llegaron a la puerta del colegio y la madre observó como el pequeño subía los escalones de mármol blanco, cuan-
do llegó al final la saludó agitando la mano en el aire. Cambió su pensamiento que antes estaba centrado en el pequeño y en su mente se agolparon las múltiples faenas que tendría que realizar antes de volver por su hijo al colegio. Miró al cielo y comprobó que estaba realmente nublado, probablemente a la hora de la salida del cole de los críos comenzaría a llover.

El supermercado le cogía de paso y en él se introdujo. Tenía que comprar alguna fruta. Unas batatas, dos chirimoyas y naranjas. Al salir de nuevo a la calle el olor a castañas asadas llegó hasta su olfato, la boca se le hizo agua, pero no compró, si se entretenía mucho la mañana no le cundiría lo suficiente. Un tanto de aquí y otro tanto de allí y en poco tiempo llegaría la hora de recoger al niño.

Entró en la casa y vio a un pájaro muy negro que golpeaba los cristales. No era supersticiosa pero tuvo un mal presentimiento. Pronto se olvidó del pájaro y se fue directa a hacer las camas y a poner a funcionar la lavadora. Cuando terminó con la casa se metió en la cocina, miró a través de la ventana, en ese momento recordó al pájaro negro picoteando en el cristal pero no le dio ninguna importancia. Continuó con la tarea. Preparó el refrito para el arroz y miró la hora. Aun era temprano. Recogió las cosas que necesitaba dentro del bolso para no perder tiempo más tarde y se dirigió al teléfono pues tenía que hablar con su madre porque andaba pachucha. A pesar de ello no tenía más remedio que llevarle al niño después del almuerzo. Trabajaba de tarde y no tenía nadie con quien dejar al pequeño. Habló con la madre y le pregunto por su estado, ella le dijo que no se encontraba muy bien porque algo debía estar incubando, pero que si la situación para ella era complicada que llevase al niño, que ya se apañaría.

El colegio estaba relativamente cerca pero había comenzado a descargar una tormenta y estaba lloviendo. Tomó dos paraguas, el pequeñito de su hijo y el suyo. Se ajustó la chaqueta. Por el frio que le produjo la seda del forro sintió un escalofrío. Su vuelta al colegio la hizo rápidamente. Algunas madres esperaban ya con los paraguas abiertos. Tenían que sujetarlos con ambas manos pues se había levantado un aire que amenazaba con romperlos. Ella sin embargo hacía rato que había abandonado la batalla con el artefacto y lo tenía cerrado, trataba de cubrirse con las marquesinas de los establecimientos y los aleros de las casas. Ya habían comenzado a salir los chiquillos y muchas madres se apresuraron a ir por ellos sin perder tiempo, la tarde estaba infernal.

Fueron saliendo. Todos los niños salieron, pero no el suyo. Pensó que se habría rezagado y entró a buscarlo ella misma. Todo fue inútil, su hijo no estaba. Reclamó la presencia del director pero ya se había marchado. No podía creerlo su hijo no aparecía y nadie se estaba haciendo cargo de su desaparición. La profesora del pequeño le explicó que él había bajado con los demás niños. La madre no quiso discutir, pues lo apremiante era encontrar a su hijo. Había que buscarlo pero nadie se ofreció a prestarle ayuda. Llamar a la policía era prematuro, pero lo pensó un instante. Se fue a la calle y comenzó a buscarlo ella misma, al principio más despacio y después apresurando el paso; miraba a todas partes preguntando si habían visto a un niño morenito vestido de azul… A cada paso que daba se comía las calles, ya no andaba iba como loca escapada del manicomio, con sus paraguas cerrados y lloviendo a mares. El agua le caía por la cara empapando todo su cuerpo, pero no era consciente de ello. No reparaba en agujeros, coches o semáforos. Todo le daba igual, lo único que había en su cabeza era encontrar a su hijo. Los rayos y los truenos tampoco eran importantes. Se cruzaba de una acera a otra sin ver si venían vehículos o no ¿A quién pedía ayuda? Al padre que nunca había tenido su hijo, a su pobre madre que estaría extrañada por la tardanza ¿A quién? Tenía que seguir sola. El corazón se le achicaba más y más en el pecho ya casi no podía respirar. Un sólo pensamiento había en su mente con una fuerza que le hacia daño y le martilleaba las sienes una y otra vez ¿Ya no lo vería más? Ese interrogante terrible la estaba hundiendo y no podía ni pensar lo que sucedería si no aparecía.

El agua seguía cayendo inexorablemente, la chaqueta se podía exprimir de lo mojada que estaba, pero a la mujer nada le importaba. Se le ocurrió que podían haberlo llevado de nuevo al colegio. Su hijo era pequeño aun, pero sabía expresarse muy bien y tal vez el mismo habría dicho el nombre del centro si se lo preguntara alguien. La idea le pareció lógica y quiso comprobarlo. Se dirigió de nuevo allí entrando de estampida por la puerta, quería ver al director . Lo buscaron en su despacho, pero no estaba. Parecía que lo que pasaba no era de su incumbencia. Lo encontraron al fin en la sala de profesores y la mujer se dispuso a pedirle explicaciones, pero él tuvo la desfachatez de preguntarle si estaba segura de que el niño había ido aquella mañana al colegio. Se puso iracunda, probablemente los gritos se oyeron en todo el recinto. Le dijo entonces que llamase a la maestra de su hijo y así lo hizo. Al poco rato bajo una señorita diciendo que no se encontraba en el colegio. Esa fue la gota que colmó el vaso. Se fue directamente al suelo. Era tal el estado de nervios en que se encontraba que no pudo resistir más y su cuerpo se desplomó en el suelo. Cuando recuperó la consciencia estaba tendida en el sofá del despacho. Poco a poco pudo ver las personas que la rodeaban, una de estas personas le estaba secando el pelo con una toalla .

Pero entonces lo vio fue sorprendente, de un salto se puso de pie. Su hijo mojado, manchado, conteniendo las lagrimas y tiritando de frío sin poderlo remediar, la miraba sentado en el filo de la mesa del director. Lo abrazó con toda su alma. La madre no pidió más explicaciones. Cogió a su hijo de la manita y con paso firme se encaminó hacia su casa. Para ellos no sería este un otoño triste.


NOTA:CUENTO PRESENTADO A CONCURSO POR UNA OYENTE DE ALTERNATIVA (Yo sólo lo publico)
Enreda
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